Si un día el viento te trae el eco de una guitarra melancólica,
escucha bien: es mi voz.
Soy yo, deletreando tu nombre en cada nota.
Soy yo, confesándote que te amo sin palabras.
La melodía es la misma, la única que conozco,
pues en ella reside el relato inmutable de nuestra historia.
Es el mismo arpegio que te nombra, el que juega con tu cabello como una brisa, el que se desliza para acariciar tu piel,
buscando tan solo robarte un suspiro.
Es el canto fiel de un corazón eternamente enamorado.