He construido un disfraz de indiferencia, una armadura de silencio que es capaz de engañar al mundo, pero no a mis pensamientos. Porque tú vives en ellos, en el día y en la noche.
Sé que te falló el niño que fui. Era una versión torpe de mí mismo, que intentó sostener el cariño que dabas con manos demasiado pequeñas. Se le escapó entre los dedos.
Pero el tiempo, que a veces rompe, esta vez ha sabido construir. Me hizo madurar. Y mi forma de ver el mundo se transformó contigo como medida.
Las promesas que te hice ya no son aire, ahora tienen cimientos. Soy capaz de cumplirlas.
Solo anhelo el momento de verte de nuevo, romper la distancia con un abrazo y decirte, sin que la voz me tiemble, lo bella que eres.
Al niño le habría consumido la vergüenza. A este joven... le consume el deseo de que ese momento llegue ya.