Hoy hay odio en el hogar,
y yo sin saber qué hacer con su guía,
porque odio... porque
soy principio y final del todo odio.
Las paredes crujen desventuras,
el lavabo vierte cloacas fecales;
la cocina, los cuartos, y los libros...,
el hogar vomita, y gangrena, y hasta
blasfema perdones de perdones en perdones...
Estoy cansado... a estas alturas
uno debería estarlo, ¿por qué no?
Hoy no creo en el amor;
hoy los maldigo de todo corazón, ¿por qué no?
Me da asco el asco, asco la vida,
y no soporto para nada la mano que se va...
Quiero arrojarme, aventurarme
y desmembrarme en las hieles de encono;
y odiar, odiar al odio, al escritorio y
al humilde tocador...
Y ya no puedo, no puedo... ¡que no aguanto!
Y es que odio en un tono tricolor,
en aterciopeladas rosas y nubes
de descomposición...
No me importa, no me interesa adulzado ruiseñor,
que cantes melodías, vociferes lozanías;
que hoy las heces consumirán
tu reiterada cantaleta de chatarrería.
Afilaré cada lágrima,
corromperé cada borde de molécula,
y mataré a la infinita permutación...;
pues estoy enfermo... ¡y ya no me importa que sea hoy!
pues me pudro a costas del cementerio,
¡y execró los rosales de mi revolución!
Que Dios hoy me perdone,
y expíe a todo mi individuo;
pero es que hoy te odio
con todo mi organismo;
así es, y tal vez, algún día,
exima por completo desgraciado tu idiotismo.
Hoy hay odio en el hogar...
Y no sé qué hacer con mi vida.
Estoy cansado, y las palabras
flaquean con su imponderable intención;
el comedor ha llorado y en mi sangre
tirrian torbellinos desarticulados...
Hoy hay odio en el hogar,
y las puertas enlodan, y el armario ahueca;
las cosas ya no volverán con sus aires nuevos...
Y ojalá, algún día, que mi olvido
perdone tu nacimiento.