Nada, ya no queda nada;
si acaso el tedio mortal
con un fondo sin final
y una suerte desdichada.
Un runrún de agua salada
que se cuela hasta los huesos,
deja los recuerdos lesos
y una soledad que quema,
con una impotencia extrema
que no aceptará más besos.
.
Y llegan como una ola
de perdidas ocasiones,
un sinfín de sensaciones
que la mente no controla.
Soy como una caracola
con el tiempo ya cumplido
y escondiendo lo vivido
en su reseco coral,
conservando lo vital
en algún rincón perdido.
.
Así, solo y olvidado,
cual ola de blanca espuma
me escondo tras de la bruma
con el silencio a mi lado.
Sigo vivo en el pasado,
allí sigue mi mirada
a la tuya encadenada;
yo soy mar y tu eres viento,
sin olas en movimiento
nada… ya no queda nada.
.
Fotografía y poema: Ramón Bonachí.