Lo mismo que diseña un arquitecto,
de un templo, su esplendor y su belleza;
Natura diseñó con gran destreza
su rostro tan divino y tan perfecto.
Recorro con mis ojos el trayecto
que existe de sus pies a su cabeza;
y miro su sensual delicadeza,
que tiene de lo sacro, lo dilecto.
La estampa de su cuerpo tan erguido
semeja de pasión un presbiterio;
en donde mi soñar, de amor hechido,
recita con fervor febril salterio;
que lleva con sus notas el sonido
de ensueño que se encuentra en cautiverio.
Autor: Aníbal Rodríguez.