En Colombia, mi país, ha habido muchas tragedias, de diferentes motivos y razones, pero hay una que ha marcado por décadas el modo en que se hacían y aún se hacen ciertas cosas respecto a determinadas situaciones.
El estado en manos del gobierno de turno en diferentes años ha sido testigo como el mismo país de estos sucesos, malos por cierto, pero sin dar nombres de los culpables siempre, en este caso sí lo hubo y aunque ya pasó y ha quedado en el corazón de muchas víctimas de esa época, nunca se sanó puesto que el gobierno de la época nunca ofreció disculpas por lo pasado.
El mandatario de la época está muerto hace años, pero en la memoria del país ha quedado ese dolor y el anhelo de que se hubiera siquiera ofrecido el perdón porque todos esto fue un error humano.
Es un poco largo lo que debo decir acá logrando que es una página en la que se puede divulgar además de poesía, el pensamiento de alguien que vivió en su juventud esta tragedia y que ahora con cuarenta años de acontecida quiero hacerlo con el permiso del administrador compartir mi visión de esto.
No quiero que se tome como una crítica ofensiva, una queja, una venganza o como sea que se pueda tomar, es solo una crónica propia desde mi punto de vista en mi país que dejó una gran grieta en la historia de mi país.
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La crónica se llama:
Armero, los niños perdidos.
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Anna.
Noviembre 16. 2025.
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