MONTAÑA DEL TIBET
El coro ceremonial
de ángeles tibetanos
rezuman la dulzura y frescura
de las montañas heladas.
Se escuchan las estridulaciones
de una pradera escrita en hálitas
letras verdes que anuncian
su comarca hacia confines que se
ocultan aún celosos de curiosos ojos.
Bajo un manto de destellos
en tus ojos veo un bosque,
lo contemplo alegre y agreste.
Sus latidos son como ecos
de campanas y cuencos,
a la sazón de un rito perenne
que nimba el horizonte.
Ahí, donde las majestuosas
nubes tejen cordilleras heladas
y los cedros exhalan su húmedo aroma.
Ahí, donde los azahares y lirios blancos
albergan el OM.