Contemplo en el sendero de mis días,
al joven, cual rosal resplandeciente,
que en su hermosura efímera y naciente
se deshoja entre dulces melodías;
mientras, el sabio anciano en sus valías
permanece cual faro omnipresente,
su frente coronada, refulgente,
de invernales y excelsas letanías.
¡Oh misterio del tiempo inexorable!
Que siega así el verdor de la inocencia
y preserva al longevo venerable;
mas hallo en este duelo la prudencia:
las voces de los viejos, inefable
legado de su límpida sapiencia.