VIDRIOS EN EL MANSO VACÍO
Hoy desperté,
y el mundo sigue igual.
No había aroma en la mañana,
ni rumor de ti
en la piel tibia de las sábanas.
Sólo un vacío manso,
casi tierno,
como si tu ausencia
se hubiera acostumbrado a mi cuerpo.
Me faltas en la sangre,
como si las venas recordaran
el camino de tu nombre
y ahora
tuvieran miedo de latir.
Hay amores que abren ventanas.
El tuyo dejó un hueco;
entra la noche por ahí
incluso a mediodía.
Las flores siguen ahí,
ya no me miran.
Pasan como fantasmas vegetales,
vidas suspendidas.
Tal vez saben
que ya no tengo ojos para el color.
Respiro,
pero no vivo del todo.
Es el humilde oficio de seguir:
el de mantenerse de pie
cuando el corazón
solo anhela el silencio.
A veces pienso tu nombre
muy bajito,
como quien toca una campana rota
con la esperanza
de que aún suene.
No te llamo,
no te pido,
no pregunto.
Sólo dejo que duelas,
que seas la memoria muda
que camina en mi pecho
como un animal cansado
que busca su casa
y no la encuentra.
Y yo,
con estos días que no saben hablar,
aprendo a existir sin ti:
despacio,
como quien sostiene un vaso roto
sin querer cortarse,
pero sabiendo
que ya está herido.
© Nelly Cevallos — Liora