Menesteo

Un sol envuelto en mantilla 3ª Parte

Un sol envuelto en mantilla 3ª Parte


Empieza el saber de abajo;
verte tú por las esquinas
buscando siempre trabajo
aunque te claven espinas.

¿Acaso, la vida premia
todo lo que ha trabajado,
con títulos de academias
sobre la pared colgado?

Se lo pueden preguntar
a esa pequeña señora,
que del día, a todas horas,
no para de trabajar.

Es su familia el altar
que cada día la abriga,
para calmar su fatiga
de tan poco descansar.

Se levanta muy temprano
con las luces de la aurora,
portando siempre en la mano
pañales o cacerolas.

Acude siempre a los llantos
para ver lo sucedido,
ya que marchó su marido
para ganarse los cuartos.

Un perol puesto en el fuego
con algunos ingredientes
será potaje caliente
y no un muñeco de juego.
Cada día es como un ruego 
poner el plato en la mesa,
con lo que cuesta la cesta
de la compra, en el mercado,
que con poco ha terminado
casi formando una fiesta.

Todos, su plato han comido
sentados sobre la mesa,
unas tablas muy bien puestas
y unos bancos han servido,
para comer el cocido
que la madre ha preparado,
sin cometer un pecado
para darles de comer
y poder satisfacer
las ansias de un buen bocado.

Se están haciendo mayores
y aportando su granito,
cada cuál lleva un poquito
y se ven algo mejores.
Lucen ya como las flores
la familia en el hogar,
aunque deben de pagar
la desdicha de ser pobre,
sin que de nada le sobre
para poder estudiar.

José Ares
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