Dai Rodríguez

La princesa del castillo

A veces, la princesa huye del castillo

dejando atrás las murallas frías,

y corre hacia el príncipe

como si el mundo entero fuera un jardín abierto.

Con él, la noche es suave,

el viento le desata el alma,

y en sus manos descubre

que todavía sabe ser inmensamente feliz.

 

Pero cuando vuelve,

el castillo la traga con sus sombras.

Las velas titilan como si también lloraran,

y las paredes guardan un silencio que pesa.

Entonces la princesa se sienta

en la ventana más alta,

donde nadie la escucha,

y deja que sus lágrimas

caigan una tras otra,

como si fueran la lluvia

que nunca toca su corazón

cuando él no está.