El amor tiene su encanto,
y aunque la esperanza de tener algo contigo he abandonado, jamás podré mirarte y no sentir nada.
Es la condición humana, ¿sabes? Asombrarnos ante la gracia fugaz, ante la belleza que se nos ofrece como un don inmerecido, mientras cargamos con la certeza sombría de su impermanencia...
Podrá la razón, fría arquitecta de cruces,
alzar muros de olvido, borrar la figura
de tu paso en mis días, la miel de tu acento.
Podrá la distancia, látigo de ceniza,
azotar la memoria, apagar el momento
en que tu mirada fue llama viva.
Tal vez la cordura, inquieta pensativa,
haya quemado el mapa de nuestro rocío.
Pero, bonita, enigma de pétalos suaves,
cuando tus ojos, faros de luna menguante,
crucen mi horizonte, desaten las naves
de mis recuerdos, con brío constante,
¿cómo negar la savia que aún recorre
mis venas dormidas? ¿Cómo hacer silencio
al volcán que en mi pecho, dormido, socorre
la brasa incandescente de tu presencia?
m.c.d.r