Alexandra Quintanilla

Los adultos que me vieron crecer

Los adultos de mi época, los que me vieron crecer, me enseñaron que uno no debe callar. Que la sexualidad no discrimina ignorancia y que la ignorancia es el arma más combatiente cuando decide arrasar con su propia raza.
Que la mayor injusticia es ser cruel con el vulnerable.

Los adultos que me vieron crecer son esos mismos adultos que me hicieron desear no haber crecido.
Me enseñaron, a través de sus propias acciones, lo que no se debe hacer…
lo que nunca debió haberse permitido.

Que el callado no es el más fino: es el que abre silenciosamente la ventana a un enemigo, porque abrir la puerta hace más ruido.

Me obligaron a caminar con más cautela, a mirarme con más calma, a entender que la perfección no siempre está a la mano y que equivocarse es un don exacto.

Los adultos que me rodearon fueron adultos en proceso, malcriados, parte de una tercera generación que arrastra su propio desorden.

Y no: las generaciones de hoy no son de cristal.
Somos una verdadera bomba explosiva.

Se puede hablar de los conflictos que nos corroen, se puede mirar hacia adelante y ver un horizonte abierto de posibilidades.

Los adultos que me vieron crecer no creen que nosotros curamos.
Dicen que somos torpes pero… ¿no son ellos quienes nos criaron?