Las eternas guardianas
En las islas de fuego,
donde el mar susurra secretos a la lava,
camina el tiempo con patas firmes:
son ellas,
las tortugas gigantes de mi Ecuador.
No tienen prisa,
porque saben que lo eterno
no necesita correr.
Cada paso suyo
es un siglo que se abre,
cada respiro,
un universo que se renueva.
Llevan en el caparazón
la cartografía de los siglos:
grietas como ríos secos,
surcos como montañas dormidas,
el eco de tormentas antiguas
que ya nadie recuerda.
Sus ojos son pozos de sabiduría,
espejos de mares primordiales
donde aún late el origen.
Cuando nos miran,
sentimos que nos desnudan,
que saben de nosotros más que nosotros mismos,
porque han visto pasar al hombre
como una ráfaga breve,
como un relámpago perdido
entre su eternidad de piedra y agua.
Oh, abuelas del mundo,
sacerdotisas de la paciencia,
ustedes son plegaria y misterio,
son himno grave de la tierra
que camina sin prisa hacia lo infinito.
Ecuador les dio nido y altar,
y yo,
hija de esta mitad del mundo,
me inclino ante su paso lento
para aprender de ustedes
el secreto más sagrado:
Que vivir no es correr,
sino quedarse,
sostener,
perdurar.
Y así,
en cada huella que dejan en la arena,
mi país escribe su eternidad.
Y ahí siguen ellas,
las eternas guardianas del mundo,
las hijas inmortales de Galápagos.
Nelly Cevallos — Liora