La última gota
Nuevamente tu rostro se aparece en mi copa
y mis ojos al verte no conocen de ti;
mas mis manos recuerdan que al quitarte la ropa
tú mirabas al cielo, susurrándome así:
¡ay, amor, tierno y bello, que haces fuego el instante,
cuando miro tus ojos, yo no sé si eres tú,
porque estando en tus brazos yo descubro a otro amante;
otra forma hasta entonces con el mismo menú!
Y besándote toda, me doy cuenta que siento
un temor de perderte, que no entiendo el por qué...
pues tan solo imagino cómo es otro contento
con aquella que un día, siendo mía, se fue.
Y al tomarme unos tragos, viendo cerca tus ojos,
sentí anhelos de verte con amargo dolor:
no contuve ni el llanto, ni los fuertes antojos
y tampoco contuve mi pasión por tu amor.
¡Vuelva, vuela, muy lejos; vuela, vuela, gaviota,
no retornes al árbol donde está el colibrí;
el que, piensa tomando, que en la última gota,
en la última gota va a olvidarse de ti!
Samuel Dixon