El sol vierte sobre el río
un caudal de lentejuelas.
El agua entona un romance
que nadie sabe qué encierra.
Yo, en la palma de mi mano,
tengo una llaga qué abierta,
va vertiendo un rojo flujo
que consume mi existencia
como una boca que emite
poemas de mi conciencia,
y es boca que no enmudece.
Boca sin labios ni lengua.
en mis ojos un minuto
está pidiendo clemencia
entre lágrimas de un tiempo
que lucha por su existencia.
De un tiempo, que al quedar poco,
se aleja sin reverencias
sobre el bajel que mis sueños
dibujan con su acuarela.
Y yo, timonel de un barco
sin dominar las mareas,
voy con los rumbos perdidos
buscando las almas nuevas
de continentes dormidos.