José Mario Calero Vizcaino

INSTRUCCIONES PARA VOLAR

INSTRUCCIONES PARA VOLAR

Inténtalo bajo tu propio riesgo:

Volar siempre implica dejar atrás lo que creías ser.

 

1

Antes de cualquier intento, aprende a economizar tu energía vital. No se trata solo del cuerpo —que es instrumento— sino de la mente, arquitecta del destino. Fortalece tus brazos, tus hombros y tu espalda, pero comprende que son metáforas: representan tu capacidad de sostenerte en el aire de tus propias decisiones. Tu cuerpo superior es el templo del impulso; tus piernas, los cimientos del despegue. Todo vuelo auténtico nace del equilibrio entre fuerza física y lucidez interior.

2

Elige un lugar abierto donde correr. Que sea verde y extenso, pues la inmensidad del paisaje enseña a la mente la posibilidad de lo ilimitado. Corre cada mañana como quien traza un camino hacia sí mismo. La pendiente final que culmina en un montículo simboliza la asistencia de la naturaleza: incluso el universo impulsa a quien ya ha dado lo mejor de sí. El salto que realices ahí será tu primer ensayo del acto supremo: abandonar un punto seguro para entregarte al horizonte.

3

Interioriza el silencio. Medita hasta que tus pensamientos dejen de ser ruido y se vuelvan corriente. La paciencia, la determinación y la disciplina del espíritu moldean la dirección del vuelo más que cualquier músculo. La pasión es llama que eleva; la seguridad es la forma que contiene esa llama para que no se disperse. Sin ambas, el vuelo se quiebra antes de comenzar.

4

Construye un papalote. Ese sencillo artefacto es el primer espejo del alma del volador. El viento es un maestro antiguo: no se deja poseer, pero revela su naturaleza a quien sabe escucharlo. Trátalo como una fuerza sagrada: con respeto, humildad y atención. Cada nuevo papalote que fabriques será una lección sobre el diálogo entre materia y corriente, entre intención y destino.

5

Acércate a quienes han reflexionado sobre el vuelo antes que tú. Juan Salvador Gaviota te mostrará el rigor y la pureza de quien se atreve a ir más lejos que su especie. Años Luz te recordará que el vuelo es efímero porque exige una entrega absoluta. Don Chico que Vuela te conectará con la magia ancestral. Estudia cuanto puedas, no por acumular datos, sino para preparar el terreno donde germinará tu propia interpretación del cielo.

6

Observa a las aves como quien contempla oráculos vivientes. Cada una guarda un secreto distinto: el cóndor enseña la majestad del tiempo; el águila, la precisión del instante; la gaviota, la elegancia de la adaptación. No imites su vuelo: comprende su sentido. Las aves no vuelan para huir, sino para expandirse.

 

LA INICIACIÓN DEL ALMA

7

Despréndete de tus miedos. No como quien arranca una maleza, sino como quien libera a un antiguo guardián. El miedo forma parte del viaje, pero no del vuelo. Decide la altura que buscas. No todos desean lo mismo, ni todos están llamados a lo mismo. Pensar como un águila es recordar que la mirada puede volverse amplia y el espíritu, vertical. La filosofía del vuelo es una pedagogía del desapego.

8

Elige tus alas con la misma seriedad con que se elige una vida. Constrúyelas tú mismo(a); no porque confíes solo en tus manos, sino porque el acto de construirlas es la verdadera preparación. Que dependan únicamente de tus fuerzas naturales: el vuelo auténtico no admite motores ajenos al alma. Cuando las termines, cuídalas como quien cuida un secreto. No permitas que la intemperie —física o emocional— desgaste aquello que te sostiene.

9

La ligereza no es solo ausencia de peso: es un estado del ser. Quien vuela no puede arrastrar resentimientos, culpas, expectativas ajenas, objetos inútiles ni pasados no resueltos. Todo equipaje superfluo es una cuerda que tira hacia abajo.

10

Caerás. Y cada caída será un maestro más sabio que cualquier libro. Entiende que la caída no contradice el vuelo: lo prepara. Nunca avances más rápido de lo que ha madurado tu comprensión. Hay quienes nacen con alas simbólicas y quienes las construyen con dolor y constancia. Ambos caminos son sagrados. El vuelo llega cuando el alma está lista, no cuando la impaciencia lo exige.

11

Elige el sitio y el momento de tu despegue con ritualidad. No por superstición, sino porque el rito convierte un acto físico en un acto trascendente. El instante en que decidas impulsarte dejará de pertenecer al tiempo para convertirse en memoria espiritual.

12

Una vez tomada la decisión, vuela sin temor. El miedo solo existe en la tierra. En el aire, la duda pesa más que el cuerpo. Confía en lo aprendido, en lo construido, en lo intuido. Confía en la sincronía del viento.
Y cuando estés arriba, recuerda:

No se vuela para huir del mundo, sino para comprenderlo desde otro ángulo.

Disfruta tu vuelo.