Te necesito en mi sopor doliente,
en mi vacío, en mi temblor cansado,
pues sin tu aliento todo me ha dejado,
la vida muere, lenta y decadente.
Tu ausencia es eco, sombra recurrente,
mi corazón se pudre enamorado,
y en cada pulso, trémulo y callado,
te invoca ciego, triste y penitente.
No sé qué hechizo en mí depositaste,
qué fiebre amarga me volvió tu abrigo,
mas ya mi ser en tu fulgor ardiste.
Me enamoré, y no hallo el motivo antiguo,
sólo sé que al partir te me llevaste
el gusto, el alma y lo que soy contigo.