No existe un manual que explique,
porque una mujer no es un misterio,
es un universo de soles y sombras,
de memorias antiguas y sueños nuevos.
Comprenderla no es leer instrucciones,
es aprender el lenguaje del alma:
escuchar sin prisa,
mirar sin juicio,
sentir sin miedo.
Una mujer es viento que guía,
río que avanza,
tierra que sostiene,
fuego que transforma.
Pero también es silencio,
duda,
fragilidad que merece abrazo
y pasos que merecen respeto.
Si buscas entenderla,
no preguntes cómo piensa,
pregunta cómo siente.
No intentes descifrarla,
intenta acompañarla.
Porque una mujer no se entiende con fórmulas,
se comprende con presencia;
no se analiza con lógica,
se descubre con ternura;
no se conquista con palabras,
sino con verdad.
El único manual posible
es el que se escribe cada día
con paciencia, atención y cariño.
Y cuando creas que al fin la entiendes,
ella te mostrará un nuevo capítulo,
porque así es la belleza de su esencia:
siempre creciendo,
siempre sorprendiendo,
siempre siendo luz
para quien sabe mirar.
EL ERMITAÑO SOÑADOR