Daniii_Farías

Donde el alma encuentra su propio rumbo

Hay días en que la vida pesa

como un cielo cargado de nubes,

y otros en que la existencia se siente liviana,

como si todo tuviera un sentido secreto

que solo el corazón entiende.

 

A veces uno camina sin saber por qué,

como si los pasos fueran más sabios que la mente,

y en ese andar torpe y sincero

va encontrando señales pequeñas:

una mirada buena,

una palabra justa,

un silencio que contiene.

 

Porque hay silencios que abrazan más fuerte

que cualquier brazo humano,

y palabras que curan sin tocar la piel.

Y uno aprende que sentir no es debilidad,

que llorar no es derrota,

que abrir el alma es un acto de valor

mucho más grande que cualquier hazaña.

 

El tiempo, dueño de todos los misterios,

siempre va dejando miguitas de sabiduría.

Te rompe para que aprendas,

te sana para que avances,

te detiene para que pienses,

te empuja para que crezcas.

Y así, sin que uno lo note,

te va moldeando como el río a la piedra:

con paciencia, con constancia,

con una firmeza que no necesita violencia.

 

En medio de todo eso,

el corazón se vuelve un mapa.

Un mapa extraño, imperfecto,

con rutas que se cruzan,

puentes que a veces faltan,

senderos que llevan a lugares inesperados.

Pero también con faros que nunca se apagan:

las personas que queremos,

los sueños que guardamos,

las verdades que nos sostienen.

 

Hay nombres que se quedan para siempre

escritos en la luz,

como si fueran parte del amanecer.

Nombres que uno pronuncia con ternura,

aunque no los diga en voz alta.

Nombres que devuelven paz,

que hacen que la vida tenga sabor,

que recuerdan que no estamos solos

en este viaje raro y hermoso.

 

Y entonces, en los días más difíciles,

uno mira hacia adentro

y encuentra una chispa que no se apaga:

la esperanza.

Esa pequeña llama testaruda

que se niega a morir,

que sigue ardiendo incluso cuando sopla el viento,

que nos recuerda que siempre es posible

volver a empezar,

volver a amar,

volver a creer.

 

Porque todo lo que somos

late entre lo que perdimos y lo que encontramos,

entre lo que soñamos y lo que aún buscamos.

Y en cada latido,

la vida susurra una verdad sencilla:

que el alma, cuando se escucha,

siempre encuentra su rumbo.