Entre “un te amo” y “te amo” no hay una diferencia de palabras, sino de eternidades.
El segundo ocurre en el tiempo: es un hecho, un mensaje, un temblor.
El primero, en cambio, pertenece a la memoria: es un objeto, casi una reliquia.
“Te amo” es un acto;
“un te amo”, una cosa.
El primero acontece —como un amanecer o un naufragio—.
El segundo persiste —como persisten los espejos o los sueños—.
Quizás por eso decir te amo compromete al presente,
mientras que hablar de un te amo
es admitir que alguna vez, en un mundo que ya no existe,
alguien dijo esas dos palabras
y el universo, por un instante, fue distinto.