Quiero
proponerle
a usted
un pequeño
canje,
pero
no quiero
que sea igual
que los otros
que hemos
hecho.
En esta ocasión,
no quiero
nostalgia,
no quiero
penas
ni melancolía;
olvidémonos
ya de eso.
Solo por
esta ocasión,
mejor
démonos
un abrazo
e intercambiemos
afecto
hasta apretarnos
los huesos.
De toda
forma,
es mejor
que nos duelan
los huesos
a que el
alma nos duela.