El barquito de papel
que me regaló mi abuela,
se escapó de la botella
donde jugaba con él.
Alguien me contó después
que iba rumbo al mar,
qué mal, qué mal, qué mal
me ha dejado muy solo,
porque un soldadito de plomo
llevaba de capitán.
En las próximas vacaciones veraniegas
si voy con mi familia al mar, otra vez,
me traeré a casa al barco de papel
y lo guardaré de nuevo en su botella
Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela.