_El pez que dormía en mi taza-
Un pez dorado saltó
del océano hasta mi mesa,
y al verme tan sorprendido,
me pidió un poco de fresa.
Le di un sorbo de agua dulce,
y se puso a cabecear,
“no me despiertes muy pronto,
que aún quiero naufragar”.
Desde entonces, en mi taza,
nunca falta la emoción:
cada burbuja que sale trae
un cuento y una canción.