Comeria mis propios dedos, falange por falange, antes de pensar si quiera en volver a buscarte.
Aunque en realidad no haya dejado de querer encontrarte entre mis mensajes, mis cartas o tus sábanas. Y te pienso, te extraño, te busco, te ruego, pero ahora aquí: en mí, en mis notas, en mis sueños. Ya no más allí: en tu ego, en tu cuerpo, en tu cuarto.
No será necesario decirte cuánto te amo y lo mucho que me molesta obligarme a no hacerlo porque podrás sentirlo apenas imaginando el espacio infinito que abarca mi ausencia, pero también creo que todo lo que siento puede ser más y mejor y entonces escribo, hablo, busco, beso, amo y caigo, pero qué tonta! Siempre caigo!
Comeria mis propios dedos, pero solo porque una vez lo propusiste: despedazarme, arrancar una parte de mi cuerpo y comerlo durante el sexo, nuestro sexo.
Yo empezaría por ellos, mis dedos, solo para no tener posibilidad alguna de volver a inmortalizar lo mucho que te extraño.