Me encantan del canario sus trinares,
con notas, que de paz, arpegio son;
mas pienso no podrían compararse
al eco de su voz.
Adoro los jardines que poseen
aromas de magnífico clavel;
mas creo que en el mundo, nada tiene
la esencia de su ser.
Venero de la noche sus estrellas
que adornan el inmenso cielo azul;
mas pienso que ningún fulgor semeja
lo claro de su luz.
Admiro de los pumas su elegancia
que ondulan su figura al caminar;
mas nada de esta tierra, nunca iguala,
su estampa magistral.
Y admiro la corriente de los ríos
con agua que es la fuente de existir;
mas ella de mi vida es sol prolijo,
y es médula motriz.
Autor: Aníbal Rodríguez.