Hay tiempos que llegan como un soplo,
como el viento que no pregunta si puede entrar,
y otros que se arrastran,
cansados, pesados, llenos de silencios que duelen.
El tiempo no avisa,
no pide permiso,
ni se disculpa cuando se lleva lo que amamos.
Solo pasa,
dejando en su paso cicatrices y flores,
recuerdos y aprendizajes,
lágrimas que un día fueron fuego.
Hubo un tiempo en que todo era presente,
en que el reloj era un juego,
y la risa no conocía finales.
Después vinieron los relojes rotos,
los calendarios tachados,
las horas que se iban sin decir adiós.
Y entendí…
que el tiempo no se detiene por nadie,
pero también comprendí
que hay instantes que duran una vida entera:
una mirada,
un abrazo,
una palabra que llega justo a tiempo.
El tiempo cura,
sí, pero también enseña a vivir con las marcas.
Te arranca de lo viejo
para empujarte a lo nuevo,
aunque duela,
aunque no quieras.
Hay tiempos de amor que florecen,
y tiempos de soledad que forjan el alma.
Tiempos donde uno se pierde,
y tiempos donde uno se encuentra.
Tiempos para sembrar,
y tiempos para dejar que la tierra descanse.
Y mientras el mundo corre,
yo elijo detenerme,
a escuchar el tic-tac del corazón,
a mirar cómo el sol cae sobre el pasado
y se levanta, dorado, sobre el futuro.
Porque los tiempos no son enemigos,
son maestros disfrazados,
mostrando, a su modo,
que nada se pierde del todo,
que cada despedida abre un comienzo,
y que hasta el final…
el tiempo sigue escribiendo poesía con nosotros.
Los Tiempos
Hay tiempos que llegan como un soplo,
como el viento que no pregunta si puede entrar,
y otros que se arrastran,
cansados, pesados, llenos de silencios que duelen.
El tiempo no avisa,
no pide permiso,
ni se disculpa cuando se lleva lo que amamos.
Solo pasa,
dejando en su paso cicatrices y flores,
recuerdos y aprendizajes,
lágrimas que un día fueron fuego.
Hubo un tiempo en que todo era presente,
en que el reloj era un juego,
y la risa no conocía finales.
Después vinieron los relojes rotos,
los calendarios tachados,
las horas que se iban sin decir adiós.
Y entendí…
que el tiempo no se detiene por nadie,
pero también comprendí
que hay instantes que duran una vida entera:
una mirada,
un abrazo,
una palabra que llega justo a tiempo.
El tiempo cura,
sí, pero también enseña a vivir con las marcas.
Te arranca de lo viejo
para empujarte a lo nuevo,
aunque duela,
aunque no quieras.
Hay tiempos de amor que florecen,
y tiempos de soledad que forjan el alma.
Tiempos donde uno se pierde,
y tiempos donde uno se encuentra.
Tiempos para sembrar,
y tiempos para dejar que la tierra descanse.
Y mientras el mundo corre,
yo elijo detenerme,
a escuchar el tic-tac del corazón,
a mirar cómo el sol cae sobre el pasado
y se levanta, dorado, sobre el futuro.
Porque los tiempos no son enemigos,
son maestros disfrazados,
mostrando, a su modo,
que nada se pierde del todo,
que cada despedida abre un comienzo,
y que hasta el final…
el tiempo sigue escribiendo poesía con nosotros.