En la quietud, cuando la noche extiende
su manto oscuro sobre el alma sola,
y el recuerdo, insistente, siempre enciende
la llama de un amor que ya no vuela.
¿Qué hacer si el alma grita su condena,
pidiendo ver de nuevo aquella cara,
y el destino, cruel, te da la espalda,
negando hasta el consuelo de una pena?
Si el chat se vuelve un desierto frío,
y las palabras huyen como ratas,
buscando otro refugio, otro navío,
¿qué hacer con esta nostalgia que me mata?
Cuando el orgullo, herido y maltrecho,
se arrastra por las calles empedradas,
rogando por un beso, un simple hecho,
de amor que ya no existe, ¿qué te queda?
Queda el sabor amargo de la hiel,
la cicatriz que nunca se termina,
y la lección de no volver a ser
esclavo de un amor que no te estima.