El precio del aire
(de Wcelogan)
Creyó curar la herida del mundo
con la dosis precisa de su ambición.
Jugó a ser dios en la penumbra
y confundió el pulso con el poder.
Todo lo tuvo abierto:
la casa, el futuro, el aire.
Pero en su propia mano
ya se cerraba el cerrojo.
No hay cárcel más honda
que el error justificado,
ni sentencia más fría
que la del alma
cuando calla la conciencia.
El tiempo lo visita
como un juez sin rostro,
y le pregunta si el arrepentimiento
es alivio o estrategia.
Él responde —a solas—
que la libertad fue un lujo
que no supo merecer,
un don que se cobra caro
cuando se compra con silencio.
Ahora respira, sí,
pero cada aliento es préstamo
del mismo aire
que antes creía suyo.