La sombra se desliza en mi ventana,
el día se envejece sin mañana.
El aire que bosteza ahí en la esquina,
mi mente deambula sin retina,
la hora se oxida, se quiebra, se inclina,
y el alma se hunde, sin fin, sin rutina.
Un eco de voz camina en la estancia,
el tedio rezume amarga fragancia.
No hay dios que despierte la gris semana,
ni soplo que alivie la vieja espina,
ni el sueño rompe el velo de importancia.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025