Antonela Chiussi

El peso de las palabras

¿Cuánto pesa una palabra?

¿Es más denso, acaso,

el significado o el significante?

Es decir: ¿la mera forma o aquello que esa palabra evoca?

¿La extensión, la entonación, lo que quiere decir,

o lo que provoca?

¿Cuánto pesa una palabra en la punta de la lengua,

quebradiza en medio de un llanto,

vibrando en el eco de un grito en soledad,

o en el pensamiento de lo aún no dicho?

¿Cuánto pesa una palabra con errores ortográficos,

la que se detiene justo antes de un dos-puntos,

o la que permanece, atrapada, - entre- signos de interrogación?

¿Cuánto pesa una palabra vencida,

aquella escrita en otro idioma,

o la que no se todavía no se inventó?

¿Cuál es el peso de las que se conjugan,

las que culminan, determinantes, una frase,

o inauguran una conversación?

¿Cuánto pesa una palabra que falta a la verdad

o aquella que repara, incluso, en la mentira?

¿Cuánto pesan todas y cada una:

agudas, graves y esdrújulas?

¿Qué dieta de palabras conviene hacer

para poder hablar en forma?

De saberlo, entonces, elegiríamos

estratégicamente,

las palabras justas:

esas que, en su totalidad

-pronunciadas, pensadas o escritas-,

no sobrecarguen demasiado

el peso mismo

de nuestra propia existencia.