¡Oh, ribera! ¡Oh, altas cumbres!
¡Oh, preciosísimos bosques!
Hoy podéis oír mi dicha
tras andar con ardua pena
por años, siguiendo al llanto,
maldición, tormento y rabia.
Se va calmando mi rabia
mientras voy por estas cumbres,
en tanto el viento mi llanto
va secando por los bosques.
¡Oh, antigua y fúlgida pena
que no puede con mi dicha!
Mi corazón, en su dicha,
bombea menos la rabia
que antes traía mi pena
a rastras por estas cumbres,
a rastras por estos bosques,
adjuntamente a mi llanto.
Calman mis ojos su llanto,
cubre mi pecho la dicha,
mi dicha dora a los bosques,
los bosques matan mi rabia,
mi rabia cae por las cumbres,
y con la rabia mi pena.
¡Oh, dicha que de mi pena
florece en mi seco llanto,
cuyas aguas a las cumbres
riegan de húmeda dicha!
¡Tierra fértil de la rabia
en la que planto mil bosques!
Escúchese por los bosques
que ya fallece mi pena,
y fallece con mi rabia
mientras se seca mi llanto
por mi floreciente dicha
que ya ha subido estas cumbres.
Cumbres, madres de los bosques,
dicha que mató mi pena:
mutilad mi llanto y rabia.