La estación que no existe”
No subí al tren.
Por primera vez, no obedecí a nadie.
El ruido del motor se alejó
como una promesa que no quise seguir.
En mi pecho quedaba el eco
de una risa torpe,
y el calor de unas manos
que nunca aprendieron a mentir.
Camino bajo la lluvia.
Cada gota pesa distinto,
como si el cielo quisiera retenerme,
como si supiera lo que me espera.
La veo.
Ahí está.
Esperando.
La chica que no sabe de culpas,
la que creyó en mí sin pedir nada.
Y en un segundo
solo un segundo
todo se detiene.
El viento calla,
el mundo respira,
y alcanzo a pensar
que quizá…
podríamos haber sido.
Luego, el disparo.
El sonido más pequeño del destino.
Pero antes de caer, sonrío.
Porque aún bajo la lluvia,
ella me sigue esperando.