Para quien lleva inscrito en las venas el fuego de un recuerdo que no cede, aunque el tiempo ignoto avance y la vida se vista de sombras. Para quien sabe que el olvido es solo otro nombre del alma cuando el amor se ha vuelto ceniza, pero una ceniza que alumbra, que quema, y late en los sótanos de la memoria. Que estos versos sean el eco de aquello que el tiempo no logra llevarse: la huella de unos labios, el temblor de un muslo bajo la luna, y ese aroma de jazmín que se niega a morir.