Señor, sé que existes, majestuoso,
mi amigo generoso,
que ante Vos con fe permanezco...
Lo cierto es que te llevo muy adentro,
suplicándote tu amparo,
como a un gorrión mojado en invierno...
Y acepta mi espíritu desencarnado,
compadecido de sí mismo,
cuando le llegue el momento de tu juicio...
Cómo será, Dios mío,
tu superlativo palacio plus iluminado,
al que le llaman \"el Cielo\"...