La parca con todo y su frialdad trae entre sus dedos ese descanso que a veces es necesario.
Una pena que nunca acaba, un dolor que ya no termina, una vida de soledad que no se siente por ser eterna, es tan dura la fría parca que cuando llega no se nota a menos que la veas en los ojos tristes de esa madre que no quiere partir, en las manos quietas del que ya no puede orar por falta de fe, esa mente poco lucida de esa persona que soltaría en una casa geriátrica ya no ve más un posible futuro porque su presente se ha acabado y su pasado la supera.
Parca, a la que tantos le tienen miedo por ser segura, además sincera y real como la vida misma, esa rara, pero normal etapa en la que todos llegaremos un día con la fe en Dios y la confianza de que será un descanso y una ruta segura a la eternidad.
No hay que temerle, tampoco llamarla o adorarla, es si acaso el último peldaño de una realidad que nos tuvo fervientemente fieles al amor que sentimos y que nos dio esa posibilidad de vivir por años, esa única y espontánea forma de saber y creer que así y solo así veremos a nuestro amado creador.
Lugar final del ser humano creado para amar y que fue vencida por ese maravilloso ser que siempre nos acompaña y que en ese mismo día así lo hará.
Dolores Luna. Anna.
Noviembre 11. 2025.
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