Ricardo Castillo.

Antes del amanecer

“Esperamos eternamente el amanecer
sin saber que habíamos muerto.”
RC

¿Qué lugar es este,
que a diario se viste
con nuestras sombras?

Si todo aquí es viejo fémur,
blanco,
tan blanco como la nieve
que ilumina nuestro aposento
y nos ciega de luz;
que cuela en nosotros
el aire frío
y exhala nuestro hálito
como vaho.

¿Por qué creemos escucharnos,
si hemos raído la palabra
hasta dejarla sin corazón en el pecho?
(relegada al utilitarismo del pasado)

¡En verdad,
nos oímos
y nada más!

¿Por qué tus manos buscan las mías?
Si es polvo
lo que anda en el viento
y se sabe en nosotros,
en las esquinas ciegas
de la habitación.

Nos quedamos dormidos,
preparando los hilos
sin pasar al telar;

encerrados en un monasterio,
floreciendo en la muerte
desde muy temprano,
antes del amanecer,
mientras todos dormían,
creyendo estar vivos,

cuando en verdad morimos
todos los días
de la muerte.

Encabalgando versos escorados,
como equilibristas
nos quedamos;

fragmentando líneas
para respirar,

para dormir un sueño
que nunca supimos
que tuvimos.

Ahí nos quedamos,
viéndonos la carne
pudrirse.

Nunca supimos
de dónde brotaban las palabras
que dijimos,
mientras escuchábamos
nuestra voz.

Todos hemos sido derrotados
en nuestra propia boca,
en nuestro silencio,
en nuestra soledad,
en nuestro tiempo
pretérito;

y sólo ahora lo sabemos,
súbitamente,
cuando no vemos,
no escuchamos,
no sentimos,
no sabemos que morimos.

Porque ya estábamos muertos,
escuchando los susurros
del otro lado de la noche.

¡Ay!
Cómo decirlo a los otros.
No me creerán,
y los que sí,
morirán otra vez,
precipitadamente.

¿Alguien escucha mi voz?
¿Alguien me recuerda?
¿Cuánto tiempo pasó?

Estoy echando al suelo
las palabras
que me dieron muerte,
la daga de mi lengua
que se internó en mi carne,
para derramar el vino
de mis excesos.

Ricardo Castillo

De: La hora crepuscular (2025)