En la noche sombría, donde el alma se quiebra,
yace un corazón herido, cual rosa sin savia.
Las sombras danzan, recuerdos acechan,
en el laberinto del dolor, mi ser se ensancha.
He vivido con el corazón roto, sí,
cada latido un eco de lo que perdí.
Las lágrimas, ríos de melancolía,
han inundado mi espíritu, noche tras noche fría.
Pero sigo viviendo, cual espectro tenaz,
aferrado a la vida, en este trance fugaz.
La esperanza, llama tenue en la oscuridad,
me guía entre tormentas, con férrea voluntad.
Aunque el alma duela, y el cuerpo se resienta,
en cada amanecer, una nueva fuerza inventa.
Porque en el abismo, donde el dolor reside,
se encuentra la resiliencia, que en mi ser preside.