Dicen que tu soledad respira detrás de tus ojos,
que tus silencios son un vestido
que nadie ha sabido desabotonar del todo.
Y yo…
que he querido descifrar tus miedos
como si fueran mapas hacia el fuego,
termino siempre ardiendo en tus distancias.
No me culpes por intentar salvarte:
quise tocar tus heridas
y acabé reconociendo las mías.
Tu inconstancia me atrae,
como la noche atrae al insomne:
no porque espere el amanecer,
sino porque necesita perderse.
No quiero soñar lo mismo otra vez,
ni mirar tu sombra con calma,
ni fingir que no tiemblo cuando me rozás.
Trátame sin ternura fingida,
pero con esa crueldad que besa.
Hazlo como quien ama sabiendo
que el amor no salva — solo consume.
Y si vas a quedarte,
no prometas nada,
solo susúrrame despacio,
como un conjuro que se disuelve en mi piel:
suavemente…
suavemente…
hasta que duela.