LOURDES TARRATS

La cavidad que aún guarda calor

 

No estalla.
No se desborda.
No reclama espacio.
Solo vibra,
como un cuenco tibetano
que aún vibra con el roce de los dedos.

Es una fisura con memoria,
una nota suspendida
en la garganta del aire detenido.

No se exhibe,
se insinúa.
Como el hilo rojo
que une dos sombras
sin tocar sus bordes.

Murmura, sí,
pero en un idioma
que solo entienden
las piedras que se ablandaron
bajo la lluvia,
y las bocas que aprendieron
a besar sin romper el aire,
pero dejaron su humedad en la memoria.

Su voz no busca rastro,
sino presencia.
No quiere cerrarse,
quiere ser leída
como se explora una cavidad
que aún guarda calor,
como se mide la hondura
sin tocar el fondo,
como se contempla
la forma del deseo no cumplido.

Y en su canto larval
hay un pacto:
no con el dolor,
sino con la dignidad
de haberlo atravesado,
que aún guarda su calor
sin apagar la oscilación del alma.

Entonces,
es esta la cavidad:
del cuerpo, del alma,
de la memoria,
y del deseo no cumplido.

L.T.