Hoy miércoles
me crucé con tus ojos
tenías una tristeza tan honesta
que mi propia pena
esa vieja compañera
se detuvo un instante
a la orilla de tu mirada.
Fue entonces que entendí
la orfandad de las miradas
el abandono que duerme
en las calles de enfrente.
Y comprendí también
que esta puerta mía
que alardea de cerrada
en el fondo
es una invitación abierta
un simple intento
de ser refugio.
Y qué ganas tuve de cruzar
y de tomarte del brazo
y jugar a que vos criatura
justo vos
me necesitabas.
Pero a quién le miento.
A quién engaño con este cuento
de salvador casual.
Si tus ojos
que hoy se presumen tristes
son la excusa que yo
con mi soledad
estaba necesitando
para decirte:
mirá
ya sin tanta vuelta
que si te hace falta
aquí tenés mi casa.
Aunque sepa
de sobra
que sos vos
la que vendrá,
y así
sin querer
lo salves a uno.