La reivindicación de la sexualidad, partiendo de los insultos utilizados en la marcha —como \"puto\", \"torta\" o \"traba\"—, aúna circunstancias que, a lo largo del tiempo, han generado la creencia de que sin clóset no hay orgullo de ser. A estas alturas, visibilizarse es una realidad utópica para quienes pensaron hace 40 años que no se iba a llegar hasta aquí, por ser inocentes y estar llenos de miedos.
Sentir, pensar, disfrutar... la desnudez del alma se encuentra como un personaje Quasimodo interpelando realidades y apuntando sobre las morales de quienes siguen creyendo que lo política y socio-moral-mente correcto es una orden aceptable. En una sociedad negacionista y ocultadora, estas son navajas que cortan fino en el lugar donde más pesa: ser persona. Aunque debamos reconocer que se están quemando los últimos cartuchos de quienes tuvimos que marchar vestidos y disfrazados para que no nos reconocieran y nos juzgaran. ¡Al clóset, señoras y señores, no volveremos nunca más!
Texto: Basado en la recopilación de entrevistas a distintas entidades corpóreas sobre la marcha a través del tiempo, en un lapso de 40 años.
Agradecimientos: A las almas caritativas que respondieron a la encuesta y se sacaron fotos.