Volver a verte
fue como reencontrarme con la felicidad,
como si el tiempo, cansado de esperarnos,
nos diera una tregua.
Estar en tus brazos
es regresar a casa,
es olvidar el ruido del mundo
y abrazar la calma que solo tú me das.
Eres la libertad que abrazo
cuando mi alma se siente enjaulada,
la pausa en medio del caos,
el refugio donde mi esencia respira.
En la serenidad de tu mirada dulce
se mece la ternura que me desarma la vida,
la misma que me enseña
que amar no siempre duele,
que a veces también sana.
Eres el rincón sagrado
donde mis sueños descansan,
el lugar donde puedo ser yo
sin miedo, sin máscaras,
sin más armadura que tu amor.
Siempre es maravilloso verte,
sentir tu perfume cerca,
escuchar el murmullo de tu voz
susurrándome al oído:
“aquí puedes quedarte”.
No hay duda, amor,
eres tú —y siempre serás tú—
la historia que nunca termina,
el viaje de ida y regreso
al que mi alma vuelve una y otra vez
cuando quiere recordar
lo que significa sentir lo verdadero.