Ella podía intuir el tremor rítmico de mis labios
la vibración espasmódica de mis párpados
advirtiendo la luz que le inflama su cuerpo
era como la mañana encendiendo la vida
la piel incendiándose con la yema de los dedos
la frescura penetrante del agua sobre el cuerpo desnudo
Ella invitaba a descubrir la noche, rozándola y besándola
con el presagio del infinito en su mirada
discurriendo entre sueños y pensamientos
ilusiones que tienden trampas al desvelo
que permiten la contradicción de la fragilidad y el deseo
el extremo libre de la entrega y el extremo sumiso del orgasmo
Ella es libre de hacerlo, henchida, sin miedo,
sencilla, reflexiva. Voraz, ingenua
engullendo brebajes de susurros y aliento
arremetiendo contra el silencio
con la fragilidad y ternura de un furtivo beso
y el desprecio vehemente de un irónico, ¡te tengo!