Estoy cansado… de fingir sosiego,
de ser la llama que oculta el fuego;
de sonreír con el alma rota,
de alzar la voz… cuando nada brota.
Cansado estoy de ocultar el llanto,
de ser de todos y no ser tanto;
de ser refugio, sostén, abrigo,
cuando no tengo ni fe conmigo.
De ser el fuerte, de ser muralla,
de contener lo que el alma estalla;
de dar palabras que a mí me faltan,
de alzar los otros… mientras me aplastan.
Estoy cansado del propio alarde,
de este silencio que todo arde;
de mantenerme sin esperanza,
de sostener mi propia fraganza.
Cansado estoy de fingir cordura,
de ser el templo sin arquitectura;
de andar erguido, de ser decente,
cuando en mis ruinas no hay alma ausente.
Me pesa el aire, me abruma el día,
mi voz se quiebra, mi fe se enfría;
ya no me quedan ni sueños viejos,
solo naufragios… y sus reflejos.
Quisiera hundirme, dormir, callando,
dejar mi carga, dejar penando;
morir un poco, sin aspaviento,
sin ser el “fuerte”, sin fingimiento.
Y si algún día mi voz reposa,
ponedme flores… mas no hermosas;
ponedme lirios, marchitos, vanos,
como estos versos… de frías manos.