Llegaste y todo estallo.
La risa, el aire, el pulso de mi pecho.
Los silencios se hicieron fiesta.
Cada sombra se llenó de luz.
Cada instante tembló de emoción.
Antes de ti.
Mis días se deslizaban suaves, a la espera de rutinas, pasos tranquilos sobre calles grises.
Ahora.
Cada momento es una braza eterna que no quiero apagar.
Cada mirada tuya enciende fuegos artificiales en mi alma, y mi corazón baila solo, aprendiendo a celebrar la llegada de tu luz.
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Rafael Blanco López
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