ELOGIO DE LA FUENTE
La calle muy estrecha conduce
a un patio sombrío y amplio
donde una fuente reluce: donde uno,
dos, tres, cinco chorros se posan
a un tiempo sobre la piedra, granito
inmune al frío, a la helada,
al paso del tiempo que descompone.
Con brío cauto y risueño, se alzan
los cinco brazos mellizos
por no decir que gemelos
de un surtidor que parece
de caudal inagotable,
más de una vida haría falta
para elogiar sus valores,
sus puntos fuertes y débiles,
es una ducha infinita
sobre la brisa inocente.
Con amor, le escribo un verso,
un elogio, una plegaria,
fuente que en todo momento
brilla entre verdes laureles
y también entre cipreses.
Fuente escondida, a lo suyo,
fuente que abarca un milenio
y que cada día asombra
a un torero, a una modista
a un señor de oscuras gafas,
que en la posada se esconde.
Delicado parloteo se prolonga
en plena paz vespertina:
tranquilo, no tengas prisa,
no se va a ninguna parte,
¡tranquilo, que ella está siempre!
Gaspar Jover Polo