A la primera luz del día, tropecé con tu recuerdo.
Ahí estabas: tu sonrisa perfecta, tu mirada,
el suave matiz de tu piel, el mapa precioso de tus lunares.
Por un instante, el eco de tu voz y tu risa llenó el aire.
Fue tan veloz, tan fugaz, que apenas lo asimilé.
De pronto, la luz se apagó, el firmamento se hizo tinta,
y la Luna, dueña de la noche, me susurró un \"hasta mañana\".