Al fin he aceptado que tú no me amas
pero amas las cosas que te brindado,
amas el calor de mi cuerpo en la cama
y el consuelo que hay en mis brazos.
Amas que nunca te he enjuiciado,
que te mire por lo que eres
y no por lo que fuiste,
que me mantenga firme en el presente
sin reprochar cosas del pasado
en donde mi corazón quedó destrozado.
Al fin he aprendido a convivir con la distancia
que existe entre los dos
aún cuando estamos abrazados,
esa de la que no hablamos
por temor o por vergüenza.
He aceptado que hay cosas que no cambiarán,
que si antes no me elegiste
ahora será igual.
Y no, no lo digo con pena o tristeza,
porque yo estoy consciente
de qué sí estoy aquí,
ya no es en espera de algo.
La mera nostalgia me trajo de regreso.
Yo ya lloré tu desamor,
ya entendí el porqué no,
ya solté esa incesante necedad
de qué fuera yo nada más.
Me quebré tanto,
me quebré más de la mitad,
que no me quedó de otra más que aceptar,
que este amor era solo mío
pero era tanto que tenía que compartirlo
y parecía que tú sentías lo mismo.
Al fin he aceptado que tú no me amas
y está bien, ya no quiero que lo hagas,
con esto es suficiente para mí
porque ya no espero más de ti.