LO QUE CUESTAN LAS COSAS
Recuerdo cuando el pan
tenía olor a casa,
cuando mamá decía:
Con un sol, alcanza.
Y el huevo brillaba en la sartén
como un pequeño sol de los pobres,
calentando el alma y la mañana.
Ahora, el billete se hace liviano,
y la porción, más chica,
como si el tiempo nos mordiera el bolsillo
y dejara migas para el día siguiente.
El gas susurra caro,
la fruta se mira desde lejos,
como joya detrás del vidrio del mercado.
Hasta el baño cuesta,
ese rincón donde uno se queda pensando
en lo que fue,
en lo que cuesta,
en lo que falta.
Pero aún así,
cada recuerdo de pan caliente
vale más que el precio del trigo.
Cada domingo con olor a huevo frito
vale más que el oro.
Y en el fondo,
aunque todo suba,
aunque el sol ya no compre lo mismo,
el amor de antes sigue dando cambio.
© Corazón Bardo